sábado, 22 de junio de 2013

De taxis y direcciones equivocadas




Decirle al taxista la dirección equivocada. 

Parar un taxi y subir. Quedarse en silencio unos segundos. Desconectada, perdida, lejos de todo. Sentarse en el asiento trasero de un taxi, pero estar en otra parte; en un lugar indeterminado y sin nombre. No, no es el limbo ni se le parece. Es simplemente otra parte. 
-¿Adónde vamos señorita? 
La pregunta me agarra por la pierna y me trae de vuelta. 
-¿Qué? 
-¿Adónde la llevo? 
A donde vamos pregunta, como si yo lo supiera. El taxi huele raro, ahora me doy cuenta. Intento descubrir, recordar ese olor. Medio anonadada, recién llegada al asiento de atrás, le digo: 
-Subiendo la calle recto hasta el final, después a la derecha. 
Parar un taxi y subir. Decirle al taxista la dirección equivocada. Pagar, abrir la puerta, bajar y ver el mar donde antes había montañas.

Constatar, definitivamente, que de mi vida no sé nada. 

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